miércoles, 16 de septiembre de 2009

La Pecera

-¿Quién necesita a tantos? ni siquiera son capaces de entender por qué siguen vivos y tenemos que aguantar los gritos-dijo mosqueado el primer pez.

-Quizás estén aquí para que aprendamos de ellos:de los errores de los demás y de sus sentimientos.A veces estar en una pecera es tan frío...

-Esto da poco margen a que el que cometa el error sea yo, estoy medio atrapado-dijo el primer pez-así que podríamos probar a interiorizar la pecera y salir por ahí a equivocarnos y adquirir pequeños sufrimientos y alguna diminuta alegría.


El otro pez asintió con la cabeza.


-Así que-prosiguió el primer pez- debemos dividir el agua y bebérnosla, y luego romper el cristal, dividirlo y tragárnoslo.


-Nunca sabrás qué parte de este agua es la mía y que parte es la tuya. Tampoco se puede dividir con exactitud-repuso el otro pez.

-Pues uno se sale y el otro empieza a beber hasta recibir la señal del otro cuando aproximadamente haya llegado a la mitad.

Y así lo hicieron, y luego empujaron la descomunal pecera de cristal al borde de la mesita de noche y cayó al suelo en un estruendo terrible, fragmentándose mil veces.

Ellos se lanzaron al suelo por el otro lado y comenzaron a coger las astillas y pedazos de cristal y a mascarlos y a llenarse la boca de sangre. Ninguno de los dos gritó, porque las cuerdas vocales era ahora cuando empezaban a desarrollarse, al mismo tiempo que una suerte de miembros y algunas características que les permitian sobrevivir y funcionar fuera del agua. Podrían pasar desapercibidos...con suerte.

La puerta de la habitación estaba entreabierta.

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